El año pasado en alguna parte del planeta, un rayito de luz solar terminó su viaje de ocho minutos a la Tierra y se detuvo en las hojas de una caña de azúcar. La planta transformó esa luz en azúcar. Misteriosamente ese azúcar fue a dar al té que tomo por la mañana. En mi desayuno, bebí a sorbitos la luz solar del año pasado. Ahora ésta comienza a alimentar mis viejos musculos. Ya oscureció, y me dirijo a casa en mi bicicleta. La luz solar transformada en fuerza muscular de pronto se convierte en energia de pedales, luego en tirón de cadena, en giro de rueda, en calor de filamento, y finalmente, desde el faro, en luz ¡otra vez!
Malcom Wells
Malcom Wells
No hay comentarios:
Publicar un comentario