Por Samuel García Arencibia
Hace cuatro años, cuando una selección de jugadores de
nacionalidad española ganó un torneo de fútbol, yo venía de un paseo nocturno.
Al escuchar el bullicio festivo en la plaza al lado de mi casa, al acercarme,
pensé ilusamente que se había proclamado la Tercera República. Sin embargo,
cuando estaba más próximo vi las banderas monárquicas y constaté con cierta
decepción mi error.
A la hora del partido de hoy, salía a correr. En la plaza
donde años atrás se celebró la victoria había una concentración de cientos de
personas, frente a una enorme pantalla de televisión, donde muchos ojos seguían
hipnotizados la trayectoria del balón. Hubiese pasado de largo si no fuese
porque en más de una ocasión he participado en concentraciones y
manifestaciones, con o sin comunicación a la Delegación del Gobierno en
Canarias. No había despliegue policial como ocurre en las manifestaciones a las
que acostumbro asistir.
Me pregunté si aquella manifestación tendría comunicación a
la Subdelegación de Gobierno. Si no la tenía, me preguntaría si algún agente de
los Cuerpos de Seguridad se acercaría a los concentrados para preguntarle quién
promovía aquella concentración, para sancionarlo por no haber comunicado. Me
pregunté además por qué no había furgones-lecheras de la Policía Nacional
alrededor para proteger a los concentrados de contramanifestantes o para
intimidar los concentrados para que no protestaran fuera de unos límites
fijados a veces muy limitativos.
Detrás de estas preguntas concretas hay una reflexión
abstracta. El sistema social fomenta la idiotización. Que me perdonen las
personas que participen en estas concentraciones. Sé que no es muy amable por
mi parte decir que están idiotizados. Sepan que uso el significado etimológico
de la palabra, pues “idiota” viene del latino idiōta y del griego ἰδιώτης, con connotaciones de
persona desentendida de lo público.
Me explico. Vivimos en una humanidad con graves
problemas: personas que mueren de sed o de hambre, que mueren por las guerras
promocionadas por grupos sociales que no sufren sus consecuencias por lo menos
con la misma intensidad, que verán como un contradictorio sistema social del bienestar
decaerá, que comprobarán que las generaciones anteriores consumieron lo que no
les correspondía, dejándole sólo los escombros, … Deberíamos identificar como
grandes éxitos sociales la eliminación de esos graves problemas. Sin embargo,
los pasamos por alto, nos desimplicamos con ellos.
En cambio, la sociedad se empeña en identificar unas
victorias colectivas de dudoso merecimiento, pero de simpleza emocionante.
Somos incapaces de avanzar en la erradicación mundial de la pobreza o del
cambio climático. Sin embargo, nos arrimamos a una celebración porque un grupo
de señores en pantalón corto (con los que nos identificamos) son capaces de
darle patadas a un trozo de cuero inflable con mayor habilidad que otros
señores con los que no tenemos esa simpatía (nacional). Se trata de señores
con sueldos millonarios en general (cobran en general veinte veces
más que los estigmatizados controladores aéreos por desempeñar una función
realmente menos importante). Se trata de señores que participan en el esfuerzo
de convencerle de que usted necesita un coche y el mejor de todos es el de la
empresa que a él le ha pagado para que se lo diga en un anuncio
publicitario en el que le habla con tono de confianza. Se trata de señores
que hace dos años se rebelaron contra la petición popular para que renunciaran
la prima por ganar un torneo mundial de fútbol, teniendo en cuenta
las dificultades económicas que atraviesa el país. Se trata de señores que
pertenecen al club social de las personas que tienen asesores para pagar
menos impuestos: son muy españoles para obtener su aplauso pero son poco
españoles para pagar (porque pueden) una mejora en la sanidad.
En general el sistema hace esfuerzos para que el entusiasmo
nacional se eleve. Los medios le hablan de lo que le ocurre a este
grupo de gladiadores como si fuera algo importante para usted, mientras le
callan que un chaval de 23 años no sabe como continuar sus estudios de Medicina
el año que viene con la elevación de tasas y la disminución de las becas; un
chaval que podría ser el investigador que descubriese el remedio contra la
enfermedad que mató al vecino que usted tanto quería. Las grandes empresas se
empujan por ser la patrocinadora principal del equipo de fútbol, aunque tengan
que pagar un dinero para pagar los salarios de los jugadores y los
organizadores de la federación, las primas de los jugadores, los hoteles, …
pues la publicidad les ayuda a vender. Los políticos también se dan
codazos por salir en una foto con los triunfadores, pues saben que donde
aplauden a los deportistas gloriosos tienen su oportunidad de sonreir sin
reproches. Las instituciones le ponen pantallas gigantes en las
plazas y le permiten que haga ruido tras el éxito.
Sin embargo, el sistema que apoya tanto esta idiotización, castiga
la protesta. A las diecinueve personas que protestamos el día del anuncio del
“rescate” porque se recortan los derechos a la sanidad y a la educación,
mientras se inyectan millones que tendremos que pagar nosotros para salvar unos
bancos, sin pedir responsabilidades a los gestores de esos bancos, las
instituciones nos mandaron a la policía para preguntar porqué gritábamos en la
calle. En febrero de 2012 en Valencia o en agosto de 2011 en Madrid se le dio
rienda suelta a la policía para que impunemente y sin identificación agredieran
y detuvieran un par de horas a personas que protestaban porque se practicaban
recortes en educación o por una visita papal con toda la boa impropia de la
austeridad (falsa) con la se que llenan la boca. Se detuvo y puso en prisión
preventiva a una madre de familia por quemar simbólicamente dinero en lugar
público, mientras que a Jaume Matas con condena se le suspende la entrada en la
cárcel. No sigo con los ejemplos.
Pero en realidad, esta forma de obstaculizar la protesta
contra el proyecto de capitalismo más desigualitario o la propuesta de una
sociedad más solidaria es todavía bastante leve. Después de desactivar los
movimientos de propuesta y protesta durante los setenta-ochenta-noventa-dosmil,
la mínima resistencia social es erosionada pero sólo levemente reprimida, pues
legitima en un sociedad de dominación por medios de generalización del
pensamiento único. En el momento en el que los que obtienen ganancia con la
dominación sintieran riesgo para su privilegio, la protesta sería perseguida con
mayor crudeza, hasta el momento en el que la protesta obtuviese los apoyos para
cambiar el rumbo.
Una sociedad desentendida de los graves problemas, distraída
por las estrategias del sistema, que no protesta ni exige, que no escapa a las
dinámicas de idiotización, que permite que el sistema use la violencia
institucional contra las personas que protestan, … es una sociedad a la deriva,
una sociedad zombi dominada por los directores del sistema.
Fuente: Utópico terminando el prólogo
1 comentario:
Yo nunca me entero de que hay fútbol hasta que ha pasado o alguien me lo dice el mismo día. Me repugna. Hay gente que ha alabado a Iniesta porque ha donado una supuesta pedazo de parte de su sueldo y ganancias de esta Eurocopa que ha ganado, cuando en realidad lo que ha donado a Valencia por los incendios equivale a 40€ de un mileurista.
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