
Un esclavo de sus propias emociones.
Y no es adicción al amor. Porque querer mucho no es una adicción, puede ser un acto heroico o lo más maravilloso que puede ocurrirle al ser humano, pero querer mucho, querer demasiado.. es malquerer.
Un comportamiento adictivo y obsesivo hacia otra persona es malvivir el amor. Cuando una persona se obsesiona, se instala en una relación depresiva o vive el amor tormentosamente.. no es debido al amor ni a la persona…la causa hay que buscarla en su interior.
El adicto al amor se queda en la etapa pasional, perpetuándola indefinidamente de manera ansiosa e inmadura, comportándose dentro de la relación como un drogodependiente lo haría con la droga. Mendiga amor, no se tiene respeto y cuando la pareja se rompe, se encierra en si mismo como lo haría una perla dentro de una concha. Una concha que si intentas abrir, saca sus dientes afilados dispuestos a clavarse, como una flor carnívora. Y le convierte en alguien despiadado tan centrado en si mismo y en los sentimientos que lo ahogan que no es capaz de ver que su actitud, su comportamiento puede herir a aquellos que dice amar.
Porque no soporta un no.
Porque odia el rechazo.
Porque no tiene resistencia a la frustración.
Porque se siente solo.. y no sabe estar solo.
La dependencia castra, enferma, incapacita, elimina criterios, degrada y somete, deprime, genera estrés, asusta, cansa, desgasta hasta que finalmente acaba con todo residuo de humanidad posible. Y con la propia dignidad.
A veces, su soledad es tan inmensa, tan intensa, que temeroso e inseguro se lanza en brazos de la primera persona que sale a su encuentro.
Dicen que el que sufre de adicción afectiva disminuye sus defensas al mínimo y deja entrar a cualquiera.
Está perdido.
Está vendido: buscando el amor, se ofreció a sí mismo.
1 comentario:
Exactamente el hombre con el que acabo de terminar mi relación. Yo, en el fondo intentando coger impulso y salir a flote.
Arritxu
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