martes, 21 de junio de 2022

Felicidad impostada



"El cincel que esculpe la belleza es la fealdad, la imperfección. El ser humano solo percibe por contrastes. Por eso huyo de aquellas personas que viven la vida con una inmensa intensidad. No me gustan los circos, ni las sobreactuaciones. La vida es hermosa, no lo dudo, pero es hermosa durante unos instantes, cada cierto tiempo. Es hermosa porque también es fea, como la luz existe porque existe la oscuridad.
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La mal llamada positividad no es más que un eufemismo que cubre las espaldas de términos a los que ahora no queremos llamar por su nombre: impaciencia, narcisismo, inmadurez. “Todo, la felicidad, la plenitud, el placer, tiene que ser ahora y tal y cómo yo las quiero”. Disculpen, pero no. Si quitamos la espera, el sacrificio y la fealdad al logro, el placer y la belleza, la vida no merece ser vivida. Si amamos los viernes es porque hay un lunes. Si veneramos un destino, es porque hemos tardado en llegar a él. Si encontramos un amor de verdad, es porque hemos saboreado y aprendido del desamor. No digo que todo placer exija sufrimiento, solo digo que la única forma de valorar lo sublime, es entender la importancia de lo nefasto.
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La belleza es demasiado excelsa para que ocurra todo el tiempo. La felicidad no es una imposición. Exige honestidad y trabajo. No hay nada más alejado de la alegría que aquel que cree que hay un método para encontrarla. No hay nadie más triste que aquel que no se opone a los caprichos de la existencia. No hay nada más horroroso que aquel que cree que siempre debemos sonreír y aceptar los avatares de la injusticia. Por eso, aléjense de aquellos que quieren convertir la felicidad en un deber. La felicidad es un derecho. Los deberes son el sedimento de las religiones. Los derechos son el preámbulo de una revolución.
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Si niegas el dolor o el sufrimiento o si crees que todos los problemas son una mera cuestión de perspectiva, de solucionar algo que está mal en ti, entonces dudo que tengas la más ligera idea de lo que es realmente la felicidad o la belleza. No eres tan importante para ser siempre el problema. No eres tan especial como para tener siempre la solución. Aceptarlo es una forma maravillosa de entender la realidad y de aprender a amarla. No es conformismo, todo lo contario: es valentía y generosidad. Si todos los seres humanos hubiesen creido que sus problemas eran culpa suya, ahora mismo llevarías la vida de un esclavo del imperio romano.
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La eterna necesidad de compartir tus momentos de felicidad solo revela que la fortaleza de tus sentimientos depende de que sean otros los que los contemplen y aprueben. Qué estúpida perversión. No hay sentimiento más libre y personal que el concepto que tenemos de la dicha. Al compartirla, la ajustamos a parámetros de terceros y acabamos pervirtiéndola. O, por qué no decirlo, extinguiéndola. Porque la felicidad es lo que creemos que es y en el momento que la moldeamos para que otros la contemplen deja de ser felicidad para convertirse en vanidad. Sí, eso es esa gente. Personas que prefieren la vanidad a la felicidad, que someten el único espacio de libertad real que tendrán en su vida al criterio de personas que no conocen. Qué puta tragedia.
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¿Crecimiento personal? No eres una empresa, Dios Santo, eres un ser vivo. No estás aquí para superar a los demás, ni tan siquiera a ti mismo. ¿Quién te dijo que la vida es una cuestión cuantitativa? ¿Qué “debes ser mejor”? ¿Mejor que qué? ¿Qué quién? Tu eres tú. Aprender de tus errores no es crecer, no es subir en un ranking. Es vivir. Eso no te hace especial, eso te hacer ser tú. No hay más. Y es maravilloso, sin necesidad de compararse. Háblale a un enfermo terminal de crecimiento personal y ya verás lo que te dice. (…) La vida no es un trabajo, ni un deporte. No la transformes en un método para darle sentido.
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Los lunes suelen ser una mierda, la vida es un coñazo la mayor parte del tiempo. No me entiendan mal: si quieren engañarse, háganlo, pero no traten de llevar a otros a su terreno. Convivo sin problema con la tristeza y la fealdad y por eso sé que la belleza solo tiene que ver con la verdad. Así que no me llenen el horizonte de toxinas y mentiras. La actitud es importante, pero solo cambia ciertas cosas. (…)
Tengo un mensaje para todos los optimistas e intensos del mundo: disfruten de su trola, pero déjennos en paz, son ustedes las personas más tristes del mundo".
 
Frederik Peeters

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