sábado, 21 de julio de 2007

Farenheit 451

Hace unos días y por recomendación volví a ver Farenheit 451, aquella peli de Truffaut basada en una novela de R. Bradbury cuya historia se centra en la figura del bombero Montag cuya extraña misión no es la de apagar fuegos sino la de provocarlos para quemar libros.

Una película en la que se critica el carácter cada vez más alienante pero aparentemente feliz de nuestras sociedades. Un poder que ejerce y se conserva sobre una sociedad alienada a través de la concentración, la manipulación y el monopolio de la información, aunque muy pocos sean conscientes de ello.

Su título, Farenheit 451 alude al grado en la escala Fahrenheit en que el papel se quema. Curioso que M.Moore también eligiera ese título para su último film. Como él mismo dijo: "Es la temperatura a la que empiezan a arder las libertades"

Esta historia es una defensa ideológica de los bienes culturales que pueden pasar inadvertidos para una sociedad encriptada, que sólo ve su propio ombligo. Parece que la gente ha de vivir feliz a cualquier precio, y la ignorancia es lo mejor para ser feliz.

Esta película pronostica con pesimismo apocalíptico lo que los elevados índices de audiencia televisivos vienen indicando de un tiempo para acá: cómo el analfabetismo colectivo puede evitar que la gente tenga un pensamiento independiente, crítico. Lo más grande que le puede pasar a un habitante de este plató donde el drama está vetado es tener sus quince minutos de gloria catódicos, desarrollando algún papelito en el psico-reality de turno.

La aportación de los sms del público a los programas del corazón, la retirada de la última edición de El Jueves a manos del juez del Olmo por injurias a la corona, la imbecilidad reinante en una sociedad hedonista que se preocupa más por el culto al cuerpo que a la mente, tantas cosas.. me hacen pensar que no iba Truffaut desencaminado cuando decía: "Si no quieres que un hombre se sienta políticamente desgraciado, no le enseñes dos aspectos de una misma cuestión; enséñale sólo uno. O, mejor aún, no le des ninguno. Haz que olvide que existe una cosa llamada guerra. Si el Gobierno es poco eficiente, excesivamente intelectual o aficionado a aumentar los impuestos, mejor es que sea todo eso que no que la gente se preocupe por ello. Tranquilidad, Montag. Dale a la gente concursos que puedan ganar recordando la letra de las canciones más populares, o los nombres de las capitales de Estado, o cuánto maíz produjo Iowa el año pasado. Atibórralo de datos no combustibles, lánzales encima tantos hechos que se sientan abrumados, pero totalmente al día en cuanto a información. Entonces tendrán la sensación de que piensan, tendrán la impresión de que se mueven sin moverse. Y serán felices, porque los hechos de esta naturaleza no cambian. No les des ninguna materia delicada como Filosofía o la Sociología para que empiecen a atar cabos. Por ese camino, se encuentra la melancolía. (…)

1 comentario:

Alex Hurtado dijo...

Y no te olvides de la Fórmula 1. Entretiene mucho, tenemos un buen piloto y si falla, podemos echar la culpa a una conspiración de los mecánicos británicos.